La sumisión como refugio
La sumisión es mucho más que mi identidad dentro del kink, es una herramienta que uso en mi diario vivir. No solo ha sido para el trabajo sino para la vida y lo que esta implica. En ocasiones, la veo como mi arma, otras como escudo. La mayor parte del tiempo es materia sin forma que se ajusta a mi estado de ánimo y mis necesidades tanto como se ajusta a mi bellaquera.
Hace poco me preparaba para el Ball y le recordaba a mi Domador la importancia que le pongo a mi noción de ensayo. Que mi confianza en mí mismo era siempre mi confianza en si podía o no recordar lo ensayado al momento de performear, que soy tan bueno como hayan sido mis ensayos. Improvisar no es lo mío.
Ya oía a mi madre en la parte de atrás de mi mente. “Suelta el control, nunca vas a poder controlarlo todo”. La resiento cuando tiene razón, aun mi mentalización de ella. Mediante terapia e internalizando sus consejos, puedo reconocer que esta necesidad de tener el control siempre me impide mi funcionamiento regular. Esa falta de control, mi cuerpo la metaboliza en ansiedad.
Quienes me conocen saben la extensión a la que permito que la ansiedad me sobrecoja. No es mi intención, como no es la de nadie que padezca de ansiedad regularmente. A mí me ha tomado una vida entera de ansiedad social, de dificultad para llamar al médico, de quedarme en casa cuando hay fiesta grande, de quitarme a última hora de los Balls y las lecturas de poesía para darme cuenta lo cerca que tuve la solución todo el tiempo. La sumisión tiene la capacidad de hacer ese tormentoso viaje más llevadero.
Una persona sumisa no tiene que tomar muchas decisiones, es una identidad que depende de la falta de control. Debe dejarse llevar la mayor parte del tiempo. Una persona sumisa tiene su libertad y autonomía reducidas artificialmente. Una persona sumisa puede hacerse peso muerto ante la situación amenazante con la confianza de que su persona dominante le va a dirigir por buen camino.
Someterme se me da de forma tan natural en este contexto. Soltar el control en mi vida regular, en cambio, se me hizo difícil por años. Casi se sentía como que mi paz dependía de saber lo que ocurriría en el futuro antes de que ocurriera. En algún momento estaba destinado a pasar que esas dos partes de mi identidad de enfrentaran y conciliaran.
Recuerdo la primera vez que me hice peso muerto en la vida real como respuesta al stress. Hace poco estuve participando de un evento al que tuve que llegar en pon. A mi pon se le calentó la guagua, tuvimos que esperar una grúa y nos dio la hora de reunión aun en la calle. Si la tarde hubiera corrido como de costumbre, hubiera estado hiperventilando desde que nos detuvimos hasta que pudiera disculparme con las personas a las que les estaba llegando tarde. “Suelta el control” dice mi madre en mi mente. Estoy acostumbrado a contestarle “¿A quién quieres que se lo suelte? no lo voy a dejar caer al piso y alguien tiene que sostenerlo”, por hacerme el gracioso o algo así. Pero en esta ocasión me tomé esa pregunta en serio. ¿A quién soltar el control? Pues había muchas opciones, la persona que me estaba conduciendo tenía el control del vehículo. Luego lo tuvo la persona de la grúa. Al llegar al evento, mis supervisores inmediatos lo tendrían. Me di cuenta que estaba en una posición familiar. Podía dejarme caer, podía dejarme llevar porque había un camino trazado frente a mí. Dejé de verlo como “soltar el control” y le empecé a aplicar el vocabulario de la sumisión. Me hice peso muerto. “Si tienes ansiedad, sé un sumiso al respecto. Sométete a la circunstancia inevitable.”
En lugar de ser dominado por la ansiedad sin consentimiento, le di consentimiento a la persona que conducía, al gruero, a los organizadores del evento para determinar qué pasaría. Me hyper-concentré en mi pequeña parte
En el vocabulario de resolver conflictos, no estaba adoptando una actitud muy asertiva. Sino el equivalente a “freeze” en la dicotomía incompleta de fight or flight. Estaba escogiendo la inacción y creo que es responsable aclarar que no estoy recomendando esta solución para personas que necesiten comunicación asertiva, solo estoy describiendo la forma como me ayudó contra un posible ataque de ansiedad que me hubiera causado mucho daño y me hubiera hecho perder mucho tiempo y energía.
Intelectualmente supe que no sería productivo caer en pánico. No me haría llegar antes. Ayudó que la persona que me estaba dando pon era una mujer dominante y ayudaría para el Ball que la persona a la que tenía que seguir en el performance era mi Domador. Desde entonces me ha pasado con más frecuencia, que me doy cuenta de que la situación está fuera de mi control y desarrollo una confianza que simula mi confianza en mis dominantes y la coloco en el universo, en las personas que tienen más autonomía que yo. Como un creyente pone sus situaciones difíciles en las manos de su deidad. Desde que dejé la fe no creía que tuviera ninguna utilidad eso de saberse “dejar llevar” como las ovejas por el pastor.
Pero no estoy por encima de la obediencia. La obediencia, en cambio, es mi lenguaje de amor.